domingo, 23 de agosto de 2015

La “crisis de la basura” desata la indignación de la sociedad libanesa | Internacional | EL PAÍS

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La "crisis de la basura" desata la indignación de la sociedad libanesa
Una protesta por la acumulación de detritus en las calles desde hace semanas deja un centenar de heridos en Beirut
Disturbios en Beirut. Una manifestación contra la acumulación de basura acaba con 100 heridos. / AFP / Reuters-Live
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Beirut protagonizaba ayer una de las manifestaciones más violentas de la última década. Y ello, por una cuestión de basura. La llamada de la iniciativa ciudadana #YouStink (#Apestas) lograba aglutinar a 4,000 personas según fuentes oficiales, 10,000 según los organizadores, para protestar contra el cúmulo de deshechos amontonados en las calles del país. El movimiento nacía a raíz de la llamada "crisis de la basura", surgida a mediados del mes pasado, cuando se colapsaba el principal vertedero que daba sepultura a los deshechos del país. Conviviendo durante más de tres semanas entre 3,500 toneladas de basura sólo en la capital, los libaneses daban ayer un ultimátum al precario Gobierno libanés.
"!El pueblo quiere que el régimen se vaya!", o "!Revolución!", coreaban miles de personas. "Esta vez vamos en serio, no vamos a recular", declaraba a EL PAIS Assad Thebian, organizador de la manifestación, cuyo movimiento suma 83,000 seguidores en su página de Facebook . Quienes se manifiestan lo hacen en un país que lleva 15 meses sin presidente y gestionado por un Gobierno interino que sigue auto-avalando sus escaños en el Parlamento ante la falta de quórum. " Estamos hartos de los cortes de electricidad y de agua, de la corrupción, de los enchufes", espeta Mohamed Baroud, músico de 32 años y uno de los manifestantes. En el país de los cedros, la electricidad se corta de forma programada entre tres y 12 horas diarias, según la circunscripción.
La ineficacia del Gobierno para solventar una simple gestión de basuras colmaba la paciencia de un pueblo harto de corruptelas. Al tiempo que las municipalidades ofrecían alternativas para una solución sostenible, los ministros optaban por propuestas temporales. "Se trata de llevarse una tajada de aquellos a los que dan concesiones bajo mesa, como todo lo que hace este Gobierno", se queja Rami Ayoub, ingeniero en la cuarentena.
Transcurrida una hora de protesta, que fue convocada a las 18h00 locales (17h00 horas peninsular) en la céntrica plaza de Riad el Sulh, comenzaban los enfrentamientos entre policía y manifestantes. Las fuerzas de seguridad no escatimaron en medios. A base de cañones de agua, gases lacrimógenas, bombas sonoras, balas de goma y porrazos, intentaba desalentar a los miles de descontentos que se aglutinaban en pleno centro de la capital. La violenta represión no hizo más que alimentar la frustración de los allí congregados, que durante cuatro horas seguían encontrando nuevas rutas para esquivar el acoso policial. Ni las ráfagas de munición real disparadas al aire por el Ejército lograban ahuyentar a los presentes, que con los ojos llorosos por los gases lacrimógenos, cargaban a su vez contra el mobiliario público o a pedradas. Hasta 100 personas eran atendidas por la Media Luna Roja, 35 policías y 75 manifestantes, dos de ellos de gravedad.
En un país en el que conviven 18 confesiones diferentes y en el que por ley el Presidente ha de ser cristiano, el primer ministro musulmán suní y el portavoz del Parlamento musulmán chií, la manifestación de este sábado se antoja excepcional. Ni rastro de los eslóganes confesionales o de las banderas de los partidos políticos que normalmente se disputan toda movilización social. Tan sólo banderas libanesas ondeaban anoche acompañando al himno nacional coreado por las masas. "Es irónico, que haya tenido que ser una montaña de basura la que una a los libaneses", decía Mariem Khoury, estudiante universitaria en Beirut. "Hoy por fin nos enfrentamos unidos a un Gobierno que hace muchos años dejó de representar los intereses de su gente", añade. Insólita manifestación que de una crisis de bolsas de basuras pasó, en cuestión de minutos, a recriminar una larga lista de asuntos sociales pospuestos por prioridades regionales.
Palestina, la guerra Siria, Israel o las milicias internas han acaparado las pancartas de las manifestaciones de la última década, al menos de aquellas que superaban los 5,000 asistentes. Ni la llamada por un código civil que reemplace al confesional que reina en los asuntos privados de los ciudadanos logró congregar a más de 2,000 individuos. Esta vez, el hartazgo público ha reverberado en el Serrallo libanés, al que se dirigían en su marcha los manifestantes. El actual primer ministro interino, Tamam Salam, anunciaba anoche que hoy daría una conferencia de prensa para "discutir sobre el incidente". "Si tenemos suerte, disolverá el Parlamento", comentaba entusiasta uno de los manifestantes. Ya de madrugada, y amainados los enfrentamientos, los más decididos plantaban tiendas para acampar en la plaza Riad el Sulh. Compartirán noche con aquellos que llevan entre meses y años campando ahí por otras reclamas que siguen sin respuesta.
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